Yo soy ese beso que no has dado, esa caricia que aún no cometes y ese adiós que nunca dirás.

domingo, 20 de febrero de 2011

#1

Estaba sentada en el suelo, delante de la chimenea encendida. Hacía frío y había decidido no salir.
Llevaba un largo jersey de lana, que le estaba grande y hacía las veces de vestido, y unos leotardos.

Se quedó ensimismada mirando el fuego, y de repente dos ojos color miel aparecieron en su mente. Poco a poco a esos ojos se les fueron sumando una nariz pequeñita pero graciosa, unos labios y un rostro con las facciones marcadas.

Pensó en la manera tan tonta de conocerse, en la manía que le cogió la primera vez que hablaron y en ese café que vino después. Ese café en el que cambió la imagen que tenía de él.

De repente llamaron a la puerta. Ella se quedó sentada delante de la chimenea. No tenía ganas de que ninguna visita viniera a incordiar su paz.
La persona que esperaba en la calle se impacientó y volvió a tocar.
No le quedó más remedio que salir a abrir.

Y allí estaban, parados delante de ella, esos ojos color miel, esa naricilla, esos labios...
Él sonrió.

-"Vamos. Te invito a cenar".
Como llevada por una fuerza invisible, ella entró casa, se calzó las botas, cogió el abrigo, los guantes y la bufanda y salió de casa... con él.

Montó en el coche y una vez dentro él le vendó los ojos. "Es una sorpresa".

La emoción le había hecho un nudo en la garganta, por lo que solo escuchaba lo que él decía, pero no contestaba.
Además le encantaba su voz. Una voz grave pero melodiosa.

Después de lo que a ella le parecieron unos segundos, el coche se detuvo.
-"Espérame aquí. Ahora vuelvo a por ti".

La puerta del piloto se cerró y ella sintió la tentación de quitarse la venda, pero se contuvo. No quería estropear su sorpresa.

Al cabo de unos instantes se abrió su puerta. "Ven, dame la mano".
La ayudó a bajarse del coche. Al fondo se oía el ruido del mar, de las olas chocando en la orilla, y sintió el fresco en la cara.
Sus pies se hundían en la arena, mientras él la guiaba.

Se detuvieron y él le soltó la venda.
En medio de la playa había una gran sábana, con una cesta y, al lado, una hoguera.

Ella no pudo evitar sonreír al contemplar aquello, y miles de ideas se le pasaron por la cabeza.

Se sentaron y pasaron la noche conociéndose más a fondo y riéndose de la vida.


No hay comentarios: